martes, 21 de octubre de 2008

MIS FAVORITOS DEL MACCHI

miércoles 13 de febrero de 2008

a lo rodrigo

en la fotografía, se paró dentro de la fotografía deliberadamente porque sabía que yo la vería y quería estar ahí para mirarme cuando le viera. ella no tenía nada que hacer en el cuadro, arruinaba la composición con los colores de su falda y la pelusa ridícula en sus zapatos ponía una textura que no iba en esa historia, el ambiente no se prestaba para acoplarse a sus ojos que más bien deberían estar de noche muy estallados e iluminados por amarilla luz de grises postes de fría ciudad de asfalto negro; las luces negras, el fluorescente, los matices radiactivos que en cada esquina despedían emisiones letales no eran las que su rostro merecía, ése mejor en el anaranjado de las paredes de mi cuarto; más intenso si se tomara con su cuerpo desnudo luciendo la película liquida de caracoles exiliados a su piel; sus labios rojos realmente interesantes cuando apretados muerden los míos. sin embargo sé que era su intención para verme imaginando estas cosas y estar segura de que aun no se desvanece de mí, pero no encuentro eso de qué puede servirle, con qué objeto se alegra uno de que lo quiera quien qué importa a quién quiera
Publicado por jesús macchi en 12:51 AM 0 comentarios

domingo 6 de enero de 2008

veneno bombeó mi corazón que incendió mi rostro de rubor y mis ojos de lágrimas ardientes, mis oídos llenó de un llanto agudo irrefrenable, a la piel de mis manos se la comió la corrosión de la ictiosis, entre los dedos de mis pies civilizaciones fungiformes elevaron su bandera de colores acompasada con el hedor de sus desechos, mi estomago se hundió, mi espalda se dobló, las coyunturas uniones intersecciones conexiones y articulaciones de todo mi cuerpo estallaron en un único quebrar cristalino como disparado con una escopeta en lo profundo de un valle o dentro de una siniestra cueva de paredes húmedas que multiplicaron la explosión y luego mis lamentos, llevándolos sobre los hombros de bóreas, entre los brazos de noto y agarrados de los cabellos de céfiro hacia cada ciudad sobre la tierra, entregándolos a las olas para que fueran contados a los tritones y llegasen a todo abismo, a todo continente inundado, a toda la arena que flota ingrávida haciendo de bruma marina, digitalizándolos codificados reproducidos y repartidos entre los nodos inexistentes del protocolo de transmisión para que ninguna persona se quede sin saber del modo en que fui consumido mientras caminaba sobre brasas, entre víboras y dragones, toxinas radioactivas y psicoactivos intravenosos hacia el resplandor de esos labios tan rojos, de ese neón tan nítido, de esa infranqueable condena, de ese aroma que es como el de la muerte y que trabaja despacio como un cáncer. porque muto cambiando mi color como el día, mi forma como los pulpos, mi olor como las serpientes, mi sexo como los reptiles, mi nombre como los hombres pero la hiel que me ahoga el pecho permanece inamovible, la cicuta de tu recuerdo me mata y me mata mil veces.

Publicado por jesús macchi en 08:56 PM 0 comentarios

cuando él se iba, a ella algo se le achicaba en el pecho; podía ser que se comprimieran un poco los pulmones, pero no porque aun tenía el aliento ahí, sin embargo no como antes; quizá las costillas le abrazaran con más fuerza, pero no porque aun tan fácil moverse, levantarse y agacharse, sin embargo parece que es más lento; tal vez se trate de la piel, se tense ciñendo avaramente la caja torácica y reduciendo envidiosamente el tamaño de sus pechos, pero no porque el sostén y las camisetas, sin embargo ya no tan segura de la forma en el reflejo o en la silueta negra de la sombra. cuando él se iba a ella le daba por deshojar flores sobre su cama, destripándoles los pétalos para pintar con esa sangre sus blanquitos dedos, recogerla en jeringas e inyectarse los ojos como si de droga se tratara. si eran rosas no tenía modo de sentirse triste, si eran orquídeas no podía abandonar las aguas amazónicas sorbidas por los manglares que guardaban los secretos habitáculos de las 3 mil ninfas no censadas ni registradas, si era dorado laburno nacía de nuevo entre griegos desnudos como oráculo de afrodita, se convertía en una puta sacerdotisa dadora de amor. cuando él se iba ella era alienígena, ajena a todo mundo y palabra; ella no estaba cuando él aquí escribiendo dónde, preguntado a dónde fue que se fue?

Publicado por jesús macchi en 05:46 PM 0 comentarios

en el blanco de nieve de tus ojos nada otro color más tuyo y más conocido. a pesar de que tenga un idioma distinto te es tan propio como un colmillo, como olor mejilla, como la estridencia arrítmica de una risa diafragmática. y lo quieras o no, ese color lo puse yo ahí, porque antes de mi nunca tuviste a las tú que te presento cada vez que sin nombre te nombro poniéndote aquí sin sacarte de allá, siempre que a pesar de ti misma deben ser consumidas todas las líneas, ya que clara ha quedado la índole de tus influjos, por fin he visto que los patrones de tus besos son perfectamente coherentes con los del sabor líquido escurriéndose en las profundidades de mi paladar del humo de un fragante porrito; la espectrografía de tu ausencia se siente como el amargo moquillo resbalando atrás de la garganta que va con algo de mi tabique y mucho de clandestino siniestro, de selvática guerra, de polvo a través de billetes enrollados; y usando teorías predictivas con trazas de tu cabello como variables, hallé lisérgicos componentes en los múltiples resultados de la noche cerrando sobre tu techo goteado la intención que aplazas y disimulas, callando lo que de ti diría definitivamente completar las consecuencias de mi lengua activando dopamina cerca de tus lacrimales.

martes, 14 de octubre de 2008

Me haces pensar en tonterías, como cuan genial seria que fuéramos niños…. Yo sería más alta que tú y te diría todo el tiempo zoquete, zoquete, zoquete; también te golpearía y jugaríamos a escondernos, nos cogeríamos las manos "accidentalmente" como si el otro no lo notara.

Un día nos daríamos un beso y nos daría tanto asco, que olvidaríamos el percance para siempre. Pero cuando te fueras, sería triste, te regalaría mi colección de algo y lloraría en secreto, confiando en que hasta el último instante me temieras.

viernes, 3 de octubre de 2008


Llegaba junto a Lina a un apartamento en el centro de la ciudad, entrábamos y estaba S. en pijama, medio dormido y algo serio, nos recibía y luego me llamaba a parte para hablar con él. Entonces me decía que su apartamento no era un hotel, y que no le parecía que llegara ebria en la madrugada y además con compañía, mientras tanto L. se instalaba en un sofá que dividía la sala en dos, y yo pensaba que con el tamaño del sofá no podríamos dormir juntas.

En el cuarto había una cama semidoble, él estaba en el borde y yo de pie frente a él diciéndole que si estaba bravo, que si me odiaba y que si ya no me quería él no respondía nada, parecía imperturbable, se paró y se acomodo en el borde del otro extremo vertical de la cama, yo lo seguí diciéndole siempre las mismas afirmaciones. Lo intenté besar y el se rehusó muy suavemente, me senté en sus piernas balanceándome con un ritmo despacioso y empecé a desabrochar los botones de una camisa de cuadros que no era roja más bien era verde o azul, luego me quité la camiseta y quedamos con los torsos desnudos mirándonos a los ojos, él sin expresión en la cara y yo llorando en silencio, ya no le decía nada. Entonces aunque sin hablar ni hacer ruido alguno, nos percatamos de que L. estaba en el quicio de la puerta del cuarto mirando como nos mirábamos y aunque no dijo nada yo escuche lo que estaba pensando: algo entre burla y sorpresa. Así que le respondí. “Es que nos gusta llorar sin camisas”, volví mi cara a él y sonreía parece que mis palabras le habían caído en gracia…. Nos recostamos y quedamos frente a frente, él acaricio mi cabello y mi rostro apartando las lagrimas para evitar que cayeran sobre la sabana, me miró con cara de ya todo está olvidado…. Pero yo tenía dolor de adiós y comencé a llorar como niña pequeña ya con sonido y con las manos en los ojos, el sonrío y no dejo de mirarme, acaricio mi brazo y escuché en mi mente su voz diciéndome todo está bien, todo está bien. En ese momento me convencí con sus palabras y aunque seguía llorando pasito me sentía protegida, un poco mareada por la embriaguez pero protegida.